Ahora sí, los cuentos de la Berlinale.
El festival, a BIG one. Uno siente que su presencia ahí no sirve de nada, que se pierde siempre de algo importante, que todo ocurre mientras uno duerme, o toma un café en el lugar equivocado. Hay mucha gente que compra y vende películas, comercializan lo que nosotros hacemos todavía con cierta (y mucha) ingenuidad creativa... que me alegra sostener a lo largo de estos años pues es también ella (la ingenuidad) la que me sostiene a mí en tiempos ingratos o difíciles. Paramos en el stand que el INCAA destina a la promoción del cine argentino, en un edificio enorme y bellísimo llamado Martin Gropius Bau, dedicado al European Film Market. Ahí hay un par de banners de La ronda y muchos afiches y pressbooks de promoción de todas las películas argentinas y mexicanas (pues compartimos stand con el hermano país). Hay tres mesas con cuatro sillas cada una y se sientan allí los vendedores a la espera de los compradores, que llegan de vis
ita y piden biopics, piden cine gay, piden películas de comedia, o films "de tema", o cine "de autor" (algunos dijeron incluso "cine poético"). Yo estoy todo el tiempo al lado de Pascual Condito, nuestro world sales, que no habla más que español e italiano. Yo le traduzco un poco del inglés pero es divertido ver cómo la gente se entiende de todas maneras. Durante el día conocemos a mucha gente: productores, distribuidores, secretarias, directores.
Cada noche hay tres o cuatro fiestas al menos. En todas hay open bar, y muy rico vino blanco en general. La primera noche nos pasamos de copas y al día siguiente apenas podíamos levantarnos. Después empezamos a prestar atención a la cantidad.
La proyección de La Ronda sucede junto a otras diez películas. Todas muestran 6 o 7 minutos exclusivamente. Hay muchos documentales que no se parecen en nada a nuestra película. Se ve y se escucha horrible (hay que decirlo) y eso nos parece un poco deprimente a Inés y a mí, pero no queremos ser esa gente que se queja siempre de todo, y tratamos de ensayar la tolerancia. Hay tantas cosas de que hablar, que lo mejor parece ser no hablar de las dos proyecciones.
Berlín es una ciudad maravillosa, sorprendente. Apenas podemos conocer cierta parte, pues no nos queda mucho tiempo para empresas turísticas.
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Pero sí nos caminamos algunos sectores recomendados y también hicimos un poco de shopping. El frío desalienta caminatas demasiado largas pero sin embargo hicimos nuestros varios kilómetros y de vez en cuando nos tomamos algún taxi también.
Y mucho café de Starbucks.
El holocaust memorial lleva toda una mañana y es nuevo, lo inauguraron en 2005. Impresionante. Altamente recomendado.
Y si van a Berlín: impredible un barcito en un basement de la calle Oranienburger Strasse, donde sirven entre otras delicias una hamburguesa gourmet exquisita.